sábado, 19 de septiembre de 2009

Cómplices de buena conciencia . La Opinión de Marcos Aguinis diario La Nación 18-9-09

Irán, con bombas atómicas, es una gravísima amenaza para el mundo entero. Quizá la dura teocracia que lo gobierna en la actualidad ejerza su picardía hipócrita y no desate el apocalipsis desde su propio territorio. Quizás entregue esos explosivos genocidas a organizaciones terroristas afines, que los trasladarían a cualquier sitio del planeta para efectuar extorsiones sin paralelo. Estas organizaciones no cargan con la responsabilidad de un Estado y pueden llegar a inconcebibles desatinos.
En las últimas décadas, se ha repetido la imbécil política del "apaciguamiento", la misma que en el siglo XX produjo decenas de millones de muertos y la destrucción de casi toda Europa y parte de otros continentes. Su emblema más elocuente fue el premier británico Neville Chamberlain, quien se mantuvo neutral frente a la Guerra Civil española para no irritar al nazifascismo. Después, en la Conferencia de Munich, cedió a Hitler los Sudetes. Enseguida regresó a Londres haciendo revolear su sombrero, mientras exclamaba que había ganado una paz por cien años. No advertía que cada uno de sus gestos, llenos de paciencia y generosidad, aumentaban el hambre del agresor.
Durante demasiado tiempo el avance nazifascista no pareció grave, pese a que venía cumpliendo el terrible programa anunciado en Mein Kampf . La buena conciencia de muchos intentaba justificar esas agresiones como una respuesta lógica a la humillación que había impuesto el Diktat de Versalles a Alemania. Su rearme acelerado, la brutal discriminación racial, el desmoronamiento de las estructuras democráticas y un afán expansivo impúdico no fueron frenados con energía, porque no era "políticamente correcto". Como ilustró Ingmar Bergman, se dejó crecer el huevo de la serpiente. En 1936, Hitler perpetró la ocupación militar de Renania, que asustó a los militares alemanes profesionales. Ellos temieron una inmediata reacción francesa.
Pero ni los franceses ni los ingleses hicieron nada. Antes de terminar el año, Hitler suscribió pactos belicosos con Roma y Japón, que tampoco suscitaron reacciones firmes. En 1938, se anexó Austria, ante el silencio cómplice de los "apaciguadores". Por fin, ocurrió el sacrificio de los Sudetes. El 9 de noviembre de 1938 estalló la Noche de los Cristales Rotos, que dio una macabra vuelta de tuerca a la tenaz judeofobia que se venía ejerciendo sin el debido escándalo de la llamada civilización y que anunciaba, sin medias tintas, el Holocausto. Como final de todas estas concesiones y demoras, en 1939 empezó la Segunda Guerra Mundial. Chamberlain renunció y fue sucedido por Winston Churchill. El estúpido apaciguador murió seis meses después, retorcido por la culpa.
En Irán se estableció una teocracia medieval agresiva y fanática que no tiene el menor escrúpulo en manifestar su vocación de odio y anhelo exterminador. Su presidente hablará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, pese a que hizo reiteradas promesas de borrar del mapa a un miembro de la ONU. Ha rechazado colaborar con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Bajo la administración de esta teocracia se cometen crueles violaciones en materia de derechos humanos contra las mujeres, minorías religiosas y personas con una orientación sexual diferente. Desde hace años, gasta recursos en una campaña destinada a la absoluta negación del Holocausto producido por la locura nazi. Apoya ideológica y militarmente las actividades de grupos terroristas que esparcen muerte y dolor, como los atentados cometidos en Buenos Aires. Impulsa un eje islamofascista internacional con líderes latinoamericanos que no sacan a sus pueblos de la pobreza y la ignorancia, pero gastan fortunas en un psicótico armamentismo.
La teocracia iraní acaba de ofender al mundo nombrando ministro de Defensa a un fugitivo de la justicia argentina y de Interpol por su protagonismo en los atentados que produjeron la muerte de 85 personas e hirieron a más de 300. Ahmadinejad viene de perpetrar un escandaloso fraude en las últimas elecciones, seguido por la represión furiosa de manifestantes, que dejaron un tendal de muertos, torturados y humillados.

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