lunes, 6 de septiembre de 2010

Rosh Hashaná, el año judío


Por Moshé Korin

El año judío representa, esquemáticamente, la vida y la esencia del judaísmo de todos los tiempos. Es un mapa que nos indica cuándo y cómo los judíos se alegran, se apenan, festejan, rememoran.


Según los talmudistas los preceptos (“Las Mitzvot”), que ordenan la vida judía son 613. Explicaron la presencia de este número porque en él se suman dos elementos: 248 – las partes del cuerpo, 365 – los días del año, que suman 613. Es decir: todo el cuerpo, en todo el año. Todo el ser, en todos los días.

El judaísmo es, en efecto, una práctica de vida en la que, lo excepcional (los días sobre –salientes, los días festivos) no hacen más que ratificar lo ordinario, lo cotidiano. Todos los días hay que ser justo. Todos los días hay que agradecer por la existencia. Todos los días hay que esperar y hacer algo por un mundo mejor, un mundo más justo, más vivíble en armonía. Todos los días cabe buscar un remanso de paz interior y exterior. Todos los días hay que liberarse de ídolos y fetiches.

Los otros días, los días fuera de serie, los días festivos, empezando por Rosh Hashaná, el año nuevo, tienen como función despertar la conciencia frente a lo no realizado, alertar el ánimo, agudizar los sentidos, afirmar la sensibilidad.

El judaísmo es una teoría de la educación, para que arribemos a ser lo que aún no somos totalmente: humanos.

A raíz de los acontecimientos que se sucedieron últimamente en Israel, en muchos otros países y también en la Argentina podemos decir que, lo que hoy está ocurriendo aquí es una más de las dignas respuestas que se renuevan a través de 3500 años de memoria judía, a la que agregamos 518 años de memoria americana y argentina.

Es esta una forma muy peculiar de oponerse a aquellos que maquinaron, y maquinan también, hoy en día la parálisis y la muerte de nuestra vida como seres humanos, como judíos, como ciudadanos del mundo, aquí, en Argentina, en Israel y en otros países.
¿Pero por qué los antisemitas fanáticos, los fundamentalistas de cualquier signo, siempre han fracasado en sus intentos por destruir el espíritu judío, la voluntad judía por vivir?

¿Será porque ser judío significa estar imbuido del espíritu de solidaridad?

Desde la antigüedad hemos rezado en “minian”, es decir, en comunidad y estudiando textos sagrados juntos. Cuando los romanos destruyeron el Segundo Templo y convirtieron a miles de los expulsados en esclavos, llegaron, por millares, contribuciones para comprar su libertad, enviadas por judíos del otro lado de la Cuenca del Mediterráneo.
La redención de los cautivos se extendió a toda forma de opresión y penetró la conciencia judía. Para los judíos, la solidaridad es una expresión de amor. Los fanáticos prefieren alimentar el odio.

¿Será porque ser judío significa creer que podemos dar forma a nuestro destino evidenciando, a través del ideario sionista, como bien lo definió Elie Wiesel, sobreviviente de la Shoa y Premio Nobel de la Paz, por el épico y heroico renacimiento del Estado de Israel?

¿Será porque ser judío significa, como lo explicaba el Profesor Ishaiau Leibovitz, biólogo, matemático y filósofo en Jerusalem? - El decía que ser judío es también pertenecer a la primera comunidad humana que alabó a sus críticos. Pues, los profetas bíblicos, como Eliahu, Ishaiahu y Amós entre otros, denostaron y denunciaron a los reyes y sacerdotes corruptos.

En consecuencia, obtuvimos el coraje para reconocer y hacernos responsables de nuestras debilidades. Los fanáticos, los fundamentalistas, los nazifacistas, no pueden tolerar la crítica.

¿Será porque ser judío significa estar abierto a las preguntas?
En el Seder de Pesaj, el niño formula las Cuatro preguntas antes de que la historia pueda ser narrada. Las preguntas estimulan el pensamiento y el conocimiento. Los fanáticos no preguntan, obedecen. Los fanáticos, los fundamentalistas, tienen una sola verdad, la suya.

¿Será porque ser judío significa como lo trata de definir Woody Allen en un conocido reportaje a propósito de su película “El Testaferro”, hace unos años, donde dice que los judíos desarrollamos la mecánica de enfrentar la pena y la humillación con cierto sentido del humor?
El humor, como acota Woody Allen, nos ayudó a levantarnos por encima de las tiranías, a humanizar a nuestros enemigos y a reconocer nuestras debilidades. Los déspotas, los dictadores, los tiranos, desconfían del humor y por lo tanto temen al judío y tratan de eliminarlo.

Podríamos intentar rescatar como define Martín Buber en la introducción hebrea a su recopilación de cuentos jasídicos, quien dice:
-“Ser judío significa amar la cultura, la tradición y sus símbolos primigenios: La palabra hablada y escrita, la melodía y el arte”.
Y continúa:
-“Los judíos transformamos a las palabras sagradas -La Torá- nuestra tradición, y nuestra cultura, en una patria portátil, asegurando así la unidad histórica de nuestro pueblo”.

Así que, por consiguiente, seamos laicos o místicos, conservadores o liberales, científicos o educadores, todos llevamos en nuestro ser más íntimo el amor por las palabras, por la educación, por el arte y por la cultura, es decir, por vivir en kehilá, en comunidad.
Y con respecto al futuro, quisiera relatarles un pequeño cuento de un zeide (abuelo) con sus nietos:
“Cuando los nietos eran pequeños vivían fascinados por los conocimientos del zeide; él tenía la respuesta adecuada para todo y no había cosa que no conociera.
A medida que los niños fueron creciendo empezaron a darse cuenta de que hay cosas que el zeide no sabía.
A veces se equivocaba y dudaba, pero le costaba reconocerlo. Los niños decidieron ponerlo en una situación de prueba y demostrarle fehacientemente que también él podía equivocarse.
Atraparon una mariposa en un puño y corrieron hacia el abuelo con la seguridad de lograr su objetivo.
-Zeide, adivina ¿qué tengo en el puño?
-Sin duda una mariposa, hijo, contestó sin titubear.
La respuesta del abuelo descolocó a los jovencitos, pero inmediatamente se recuperaron formulando una pregunta mucho más complicada y comprometida:
-Es verdad, Zeide, tenemos una mariposa, pero ahora dinos: ¿Está viva o muerta?
El abuelo, sin vacilar, le contestó con tranquilidad:
-Eso, mis hijos, mis nietos, depende de ustedes”.

Quizá la tradición, Medinat Israel, lo que está sucediendo hoy aquí en nuestra comunidad, pueda homologarse a una “mariposa”. Si así fuera - ¿Permitiremos que los problemas, las dificultades, las frustraciones, detengan su vuelo, apaguen sus colores y replieguen sus alas? ¿O tendremos juntos, en comunidad, la fuerza necesaria de inaugurar y recrear, a pesar de las contingencias y adversidades, con ingenio e imaginación, un vuelo nuevo que nos permita crecer y revolotear rumbo al sol? La respuesta del zeide queda también abierta para cada uno de nosotros, desde el lugar en que nos involucra nuestro compromiso con la educación, con la cultura, es decir, convivir en comunidad.

Y para finalizar, quisiera compartir con ustedes un libro que he leído hace muchos años y que trataré de resumirlo en unas frases:
Uno de los nombres que más impactan en el mundo de las artes plásticas en Estados Unidos de la posguerra es Saúl Steinberg (1914-1999). También hay quien lo apodó El Padre del Humorismo Gráfico Moderno.
Nació en Budapest, viajó mucho y quizás su triunfo se debe a que visitó infinidad de países constantemente. El decía que su país, que su patria, abarcaba desde el este de Milán hasta Afganistán, eso marca la suma de identidades que tenía, hablaba siete idiomas: italiano, francés, Idish, hebreo, inglés y rumano y, por supuesto, el húngaro.
Estudió en Bucarest filosofía y después se trasladó a Milán y estudió arquitectura.
Estudiaba en una época altamente facista, día a día más antisemita y cuando fue a buscar el diploma de doctor en arquitectura, que se lo otorgó el Rey Victorio Manuel II, Rey de Italia, Rey de Albania, Rey de Etiopía y en el diploma decía: “Saúl Steinberg de raza hebraica”.

Mucho tiempo después escribió en su libro autobiográfico lo siguiente:
“El diploma era una especie de garantía que siempre podría ejercer la arquitectura, (a Saúl Steinberg le resultó muy emocionante que el diploma le fuera otorgado por el Rey). Pero, el artista plástico Steinberg sigue escribiendo: ”Victorio Manuel II, ya no es rey de Italia, tampoco es Rey de Albania y ni siquiera es Rey de Etiopía, y yo no soy arquitecto, lo único que queda es la raza hebraica”.
Reflexionando, pensando, dialogando, festejando y fundamentalmente creando, siempre nos vamos a encontrar!

Y para terminar podemos decirnos que: cuando un judío brinda, dice: LEJAIM, “Por la vida”, y cuando saluda a alguien, dice SHALOM, “paz”.
Así, pues, prosigamos con esta hermosa aventura que es la tradición, que es la transmisión, con las bendiciones tan sencillas y tan preciadas:
“LEJAÍM ULESHALOM!” - ¡POR LA VIDA Y POR LA PAZ!
“Shaná Tová Umetuká!”

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