jueves, 16 de septiembre de 2010

Reflexiones acerca de Rosh Hashaná y Iom Kipur

Por Moshé Korin

Celebrar la vida, es además de una oportunidad diaria, una especial exhortación para nosotros en tiempos de Rosh Hashaná. Esta festividad nos posibilita la renovación, la creación y la recreación; en pocas palabras: la continuidad; pero por sobre todo, el inicio. Pues no se trata de un mero cambio de año, ni de un número más en el calendario, si es vivenciado con la profundidad con la que amerita, que es la profundidad de lo sagrado.

Y respecto de la continuidad, ésta está basada en ahondar una introspección de aquello que deseamos que continúe y es por eso que también se trata de un inicio, ya que no es irreflexivo.
El poder estar en el sentido más fuerte del término, “estar” con todo nuestro ser espiritualmente, corporal y en pensamiento, presentes en la Vida -en el sentido más absoluto-, y así poder lograr correr el velo de lo cotidiano que nos distrae de lo sacro, a lo que somos llamados en esta celebración.

Lo inefable y sagrado se hacen presente en tanto nos reunimos con los nuestros en un vaivén incesante de amor y paz, nos reunimos con esos lazos que hemos creado en nuestra vida y que nos renuevan.


La familia y los amigos alrededor de la mesa, es el compartir la alegría de los frutos que hemos creado. Frutos hechos del afecto que supimos forjar y que nos nutren el alma.
Y lo sagrado en nuestro fuero más íntimo también se expresa en Iom Kipur- Día del perdón-. Día en el que somos llamados a la reflexión sobre nosotros mismos, sobre nuestras acciones en el mundo, sondeando el modo de liberarnos del peso de lo insensato, de lo egoísta, de la violencia en todas sus manifestaciones, desde las más evidentes hasta las más sutiles. Iom Kipur es una invitación a la renovación y a la decisión de cambiar, de ser mejores para con nosotros y para con los demás, pues para ello hemos sido creados.


Rosh Hashaná es un momento destinado al regocijo de la existencia, a un encuentro con la trascendencia, a tomar conciencia de que estamos inscriptos en el libro de la vida y que ello es un regalo a partir del cual hacer Teshuvá (dar respuesta), nos muestra un camino para que nuestro quehacer se torne una respuesta hecha de solidaridad, amor y respeto, pues tenemos la responsabilidad de estar haciendo el mundo en el que habitamos y habitan otros.
De este lado del mundo (hemisferio Sur), tenemos la oportunidad de que el reverdecer de la naturaleza nos acompañe. La iniciada primavera puede constituirse en símbolo de aquello que debe inspirarnos Rosh Hashaná; el impulso al cambio vital, a un nuevo florecer que lleve en su raíz la belleza del mundo, que es el reflejo de la belleza de lo justo, -pues se trata de la posibilidad de vida - y en ello radica la esencia de nuestra noble ética judía.

Descubrir también lo bello en la otredad, despojados de la carga de lo mezquino, abriendo las puertas de nuestra casa y de nuestra sensibilidad al necesitado; comprometiéndonos con la justicia en el mundo entero.

El reverdecer y el renacer entonces, deben implicar una decisión, un acto que modifique implicando una mejoría, nuestro porvenir y el de otros. Debemos brindar contribuciones, semillas, para que el nuevo año difiera del anterior para bien, y para El Bien
Tal como enseñaba el Rabí de Kotzk:

“Reza como si todo dependiera de Dios. Actúa
como si todo dependiera de ti.”
Celabrar un nuevo año es además inscribirnos en el tiempo, en los eternos ciclos de Avodá – rezo, trabajo sagrado -. Así entonces, podemos vivenciar la conciencia de la cadena de los tiempos que nos une con el pasado - en tanto nos liga íntimamente con el origen de la creación-, en un presente que tiende hacia el futuro.
Un presente que posee en su seno la fuerza de lo eterno; un presente que nos interpela hondamente. Como dice la liturgia:
“Haiom Harat Olam” (Hoy es el día de la creación del mundo.)
El nuevo ciclo que convoca el sonido del Shofar, singular sonoridad que nos llama a reverberar junto a él en cuerpo y alma, para hallar la abertura de todo el potencial de posibilidades que despliega el nuevo año.
El Majzor (Libro de rezos) nos habla. Y digo nos habla pues oír y repetir con todo nuestro ser sus palabras nos abre a un preciado camino:
“Ha llegado el tiempo de cambiar. Las hojas están comenzando a cambiar de color. Los pájaros están comenzando a cambiar de rumbo. Para las hojas, los pájaros, los animales, el cambio es instintivo. Pero para nosotros el cambio no es tan fácil. Exige un acto de voluntad: hacernos cambiar. Significa romper viejos hábitos. Significa admitir que nos hemos equivocado y esto nunca es fácil. Significa perder prestigio; significa volver a empezar y ello siempre cuesta. Significa decir ‘lo siento’. Significa reconocer que tenemos capacidad de cambiar. Estas cosas son sumamente difíciles de hacer. Pero, a menos que cambiemos, quedaremos atrapados para siempre en el mundo de los hábitos del pasado.”

Acciones de humildad, acciones de labranza propia, acciones de profunda reforma y responsabilidad, pues la indiferencia debe quedar a un lado y la implicancia en la vida debe ser enarbolada y enaltecida; percibir y crear luz en medio de la propia oscuridad, de la opacidad del mundo violento y doliente; de todo esto se trata la esencia de Rosh Hashaná.
El ayuno de Iom Kipur no debería ser de mero agua y pan, sino un vaciamiento que permita estar disponible para que arriben las añejas enseñanzas en nuestro interior.

Para quien no comprenda hondamente estos significados que precisan ser traducidos en quehaceres concretos, estas palabras parecerán vacuas y superficiales, sin embargo quien pueda albergarlas y hacerlas resonar en sí mismo hallará un manantial del cual beber y fortificarse. Y ese es mi mayor deseo.

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